Te acompaño con un cuento.
Pablo, con el rostro abatido de pesar, se reúne con su amiga Laura en un bar a tomar un café. Deprimido, descargó en ella sus angustias. ¡Que el , que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación! Todo parecía estar mal en su vida. Laura introdujo la mano en su bolso, sacó un billete de 50 pesos y le dijo: -“¿Quieres este billete?” Pablo, un poco confundido al principio, le contestó: -“Claro, Laura, son 50 pesos. ¿Quién no los querría?” Entonces Laura tomó el billete en de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo una pequeña bola. Mostrando la estrujada pelotita a Pablo, volvió a preguntarle: -“Y ahora, ¿lo quieres también?” -“Laura, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 50 pesos. Claro que lo tomare si me lo das.” Laura desdobló el arrugado billete, lo tiró al suelo y lo restregó con el pie, levantándolo luego sucio y marcado: -“¿Lo sigues queriendo?”-“Mira, Laura, sigo sin entender a donde vas, pero es un billete de 50 pesos, y mientras no lo rompas, conserva su valor.” -“Pablo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, sigues siendo tan valioso como siempre lo has sido. Lo que debes preguntarte es cuánto vales en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado.” Pablo se quedó mirando a Laura sin atinar con palabra alguna, mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro. Laura puso el arrugado billete a su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó: -“Toma, guárdalo, para que te acuerdes de esto cuando te sientas mal. Pero me debes un billete nuevo de 50 pesos para poderlo usar con el próximo amigo que lo necesite.” Le dio un beso en la mejilla y se alejó hacia la puerta. Pablo volvió a mirar el billete, sonrió, lo guardó y con una renovada energía llamó al camarero para pagar la cuenta.
Es privilegio del ser humano, saber que nada pero nada fue en vano.